Que es la ansiedad

Lo mas seguro es que te suene el concepto de la ansiedad y bastante probable que la hayas sentido en algún momento ya que es una emoción que todo el mundo ha experimentado en algún momento. La ansiedad ayuda al organismo a prepararse para hacer algún acto importante produciendo una reacción psicofisiológica de activación intensa del sistema nervioso central y de todo el organismo. Esta reacción se da cuando se ha de actuar en una situación que demanda un esfuerzo intenso o sostenido y sirve para activar y hacer frente a una amenaza o peligro que está ocurriendo en el presente o que puede pasa en el futuro.

Por lo tanto, la ansiedad genera cambios en diferentes sistemas del cuerpo que nos preparan para actuar de la forma más rápida posible. De manera que la ansiedad podemos considerarla como una reacción normal y saludable en la mayoría de los casos.

De hecho, tener en cuenta que la ansiedad es una emoción normal es un aspecto importante para aquellos que la tienen, ya que el objetivo no puede ser eliminarla, sino aprender a tolerarla y gestionarla.

¿Qué son los Trastornos de Ansiedad?

Los trastornos de ansiedad se caracterizan por presentar un miedo o ansiedad intensa y/o una preocupación excesiva. Estos trastornos generan un importante malestar y afectan al funcionamiento habitual de la persona tenga la edad que tenga , viéndose directamente afectados la relación con la familia o amistades, o en el rendimiento en el colegio o en el trabajo.

Dependiendo de cuál sea el foco principal del miedo y/o la preocupación se habla de un trastorno u otro.

Trastorno de ansiedad por separación. Es el tipo de temor que vemos en los niños cuando no quieren separarse de las personas que le cuidan. Por eso es muy normal ver a los niños llorando en la entrada de los colegios durante los primeros días.

Fobia específica. Cuando una persona tiene un miedo intenso a un objeto o situación (inyecciones, avión, alturas, insectos, hablar en público, etc.).

Trastorno de pánico. El ataque de pánico se define como un episodio de ansiedad repentino e intenso que se acompaña de sensaciones físicas desagradables (palpitaciones, sensación de ahogo, mareos,…) y de pensamientos que suelen ser catastróficos (miedo a perder el control o a morirse, entre otros).

Agorafobia. La persona tiene de forma habitual miedo a sentir sensaciones de ansiedad (de que el corazón le vaya rápido o de sudar mucho) cuando está en algunas situaciones, por si no puede marcharse o pedir ayuda si lo necesita. A consecuencia de esto, la persona suele evitar estas situaciones como coger el transporte público, ir a un concierto o a un restaurante. Sería el caso, por ejemplo, de una persona que nota mucho malestar y ansiedad porque piensa que se puede llegar a desmayar cuando sube en el metro o el autobús lo que le obliga a bajarse antes de llegar a la parada. Al final opta por no coger el transporte público. Tiene una sensación similar cuando se va de compras o por la ciudad donde hay multitud de gente.

Trastorno de ansiedad generalizado. Cuando una persona se preocupa todo el tiempo por diversas cosas del día a día (por ejemplo, por el colegio, el trabajo o por la salud de sus hijos), hasta el punto de que estas preocupaciones afectan al sueño, la capacidad de concentración o la persona se siente muy tensa o fatigada. Todo esto hace que le cueste dormir y esté en una constante tensión. También tiene días en los que le duele la cabeza y tiene dolores de barriga.

Una misma persona puede tener varios trastornos de ansiedad al mismo tiempo y no es extraño que tenga otros trastornos del ámbito de la salud mental (como la depresión, o problemas con el abuso de algunas sustancias como el alcohol).

Funcionamiento de la ansiedad

Por lo general, cuando una persona tiene síntomas de ansiedad nota algunas sensaciones físicas como palpitaciones o mareos. Esto ocurre porque las situaciones de peligro (real o imaginario) producen reacciones a nivel cerebral y hormonal que activan el cuerpo como si fueran una alarma antiincendios: cuando se detecta una posible amenaza, toda la atención de la persona se dirige hacia esta situación para huir del peligro y sobrevivir.

Esto provoca en la persona una respiración más fuerte (para disponer de más oxígeno), el corazón late más rápido (para hacer llegar más sangre a los músculos y al cerebro y tener más glucosa y oxígeno), los músculos se tensan (para estar más preparados para huir o defenderse), los poros de la piel se cierran (para protegerla de posibles lesiones), etc. Paralelamente, se envía información de la alarma a otras glándulas del cuerpo para que liberen hormonas (glucocorticoides) que tienen un efecto antiinflamatorio en los tejidos y órganos, para evitar daño físico. Así, el cuerpo se siente como una olla a presión.

Una vez pasa el peligro o si se tiene éxito a la hora de afrontarlo, o si simplemente la persona se da cuenta de que no hay ninguna amenaza real, la alarma a nivel cerebral se desactiva, el sistema nervioso se reequilibra y el miedo o la ansiedad disminuyen.

Pero también puede ocurrir que, a veces, no se sepa cuál es el peligro concreto o de dónde viene. Entonces, la atención se fija mucho en las sensaciones corporales desagradables, lo que probablemente hace que el ritmo cardíaco y respiratorio aumenten aún más hasta el punto de que cueste respirar. El aumento de estas sensaciones también incrementa los pensamientos negativos. Si todo esto sucede cuando, por ejemplo, se está cogiendo el ascensor, es probable que en algún momento se decida no cogerlo más (evitación) o se haga sólo cuando son ascensores nuevos o se va acompañado del entorno cercano ( conducta de seguridad).

En este ejemplo se puede observar como la evitación y el uso de conductas de seguridad (aquellos «trucos» que la persona utiliza para poder afrontar las situaciones temidas) ayudan a que el trastorno se mantenga, ya que no permiten comprobar que los pensamientos negativos ( «el ascensor se estropeará y tendré problemas para respirar») no son acertados, y la persona puede pensar que se ha salvado gracias a estas conductas de evitación o de seguridad.

En determinadas personas, sobre todo si han sido sometidas a periodos intensos de sobrecarga emocional y amenaza en determinados períodos del desarrollo, o si son vulnerables a la ansiedad, las respuestas de miedo/ansiedad pueden aparecer de forma continuada a consecuencia de una hipersensibilización de los circuitos cerebrales de alerta o de una respuesta lenta en el restablecimiento del equilibrio una vez desaparecida la amenaza.

Además, la repetición de las respuestas de evitación pueden también afectar el funcionamiento habitual del día a día de la persona y disminuir su libertad y autonomía. Es cuando la ansiedad y el miedo se vuelven patológicas y conforman un trastorno. Además, la frecuente activación de las estructuras hormonales implicadas puede volverse perjudicial para el propio cuerpo, ya que la presencia continua de glucocorticoides en sangre puede afectar al resto de tejidos y vísceras del organismo y generar desórdenes físicos, molestias o dolor en diferentes sistemas, así como también depresión o fatiga.

¿A cuántas personas afectan a los Trastornos de Ansiedad?

Los trastornos de ansiedad constituyen uno de los grupos de trastornos mentales más frecuentes. Las cifras pueden variar en función de los parámetros que se tienen en cuenta, pero hay cierto consenso en considerar que 1 de cada 5 personas tendrá un trastorno de ansiedad a lo largo de la vida. En el caso de los niños y los adolescentes esta cifra estaría alrededor de 6 de cada 100.